La foto más fea

Tal vez sea Thomas Piketty el economista más leído y más referenciado del mundo en este momento. Con un perfil estrella, el intelectual francés trabaja y condensa toda su obra sobre el tema que más lo obsesiona: la desigualdad. Para decirlo en términos de relaciones, lo correcto sería afirmar que Piketty estudia la vinculación entre el desarrollo económico y la distribución de los ingresos y la riqueza. Spoiler: la desigualdad económica, afirma Piketty, no es un escalón previo hacia el desarrollo económico.

Lo cierto es que el Thomas (como le decimos los amigos) acaba de presentar un monumental estudio estadístico con el apoyo de otros 150 investigadores de todo el planeta en el que recaba información relativa a más de 173 países del globo, representando así al 97% de la población mundial.  El magnánimo estudio se llama Base de datos sobre la desigualdad mundial. Basta con poner ese título en el buscador de Google. Se trata quizás de la foto más grande que jamás se haya sacado, casi en tiempo real.              

Quisiera compartirles algunos resultados de este estudio, pero no sin antes recomendarles que pasen por ahí porque está hecha para jugar, para pasearse por los datos, para disfrutarlos e interpretarlos. Por ejemplo, un modo de navegarlo es paseándose país por país para poder leer qué porcentaje de la torta total de una nación (ingreso nacional) se lleva el 10% más rico de cada país. Así, podemos ver que en Argentina el 10% más rico se queda con el 39,5% de la riqueza, que en Brasil es el 57,3%, en Chile un extraordinario 60,2% (superior, por ejemplo, a la India) y en países con una distribución más pareja del ingreso, como Suecia, el 10% más rico se queda con el 28,8% de la riqueza. ¿Estados Unidos?: 45,4%.

La contracara de esta foto tiene que ver con el porcentaje de la riqueza nacional con la que se queda el 50% de abajo, es decir, la mitad más pobre de cada país. En argentina, la segunda mitad de la población vive con el 17,9% de la riqueza, mientras que en Brasil y Chile tan solo ¡el 10%! Y en países de mejor distribución de los ingresos ronda el 26% como el los países escandinavos.  ¿Estados Unidos?: 13,5%.

Pero vale la pena detenerse tal vez en el número que lo expresa quizás con mayor irracionalidad. ¿Cuánto se lleva en los mencionados países el 1% más rico de cada nación? En Argentina ese minúsculo porcentaje de la población se queda con el 14,3% de la riqueza, en tanto que en Brasil representa un abrupto 27,6% y en Chile el 27,8% (que comparte niveles extraordinarios de desigualdad muy similares a los de Brasil). En Suecia, Noruega, Finlandia y Dinamarca esos valores rondan el 10% y en Estados Unidos, para consolidar una muestra pareja de los mencionados países, el 1% más rico se queda con el 18,7% de la riqueza.

A simple vista puede verse el inaudito nivel de desigualdad, que en todos los casos demuestra que el 10% más rico concentra mayores ingresos que el ¡50%! menos rico, o más pobre. Esto sucede en todos los rincones del planeta, incluso en aquellas sociedades más igualitarias. La brecha, como indica Piketti, sería aún mayor si analizáramos la distribución de la riqueza (lo que poseemos) y no la renta (lo que ganamos en un año).

Una de las conclusiones a las que llega el investigador es el de las condicionalidades de la política: no todo es igual. Si bien, hay una preminencia del capital (principalmente financiero) sobre las economías de los estados nación, aquellos que hay tenido a lo largo de su historia políticas redistributivas consiguieron matizar estos efectos de manera notoria: En América Latina, podemos observar que Brasil, México y Chile son históricamente más desiguales que Argentina, Ecuador o Uruguay (donde se han implementado políticas sociales más ambiciosas durante varias décadas), y que la brecha entre estos dos grupos de países se ha ampliado en los últimos 20 años.

Y entonces, ¿qué hacemos con esto?, ¿cómo salimos en esta foto? Con mayor o menor tibieza, en algunos países del mundo se ha retomado la discusión de la creación de impuestos a las grandes (¡enormes!) fortunas y también, como contracara, la garantía de un salario universal que garantice las condiciones elementales de existencia de la población. La pandemia, que amenaza con empeorar aún más los números presentados, es también una oportunidad histórica para enfatizar sobre la necesidad de revertirlo. ¿Podremos desnaturalizar estos niveles de desigualdad?

Publicado en el periódico Otro Punto

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