La construcción del juguete

Allá por el año 2016 el escritor argentino Pedro Mairal publica la novela La Uruguaya. El libro corrió el extraño sendero del éxito hasta convertirse en una especie de Best Seller, término curiosamente nunca traducido siendo que no significa otra cosa que mejor o más vendido. Se vendió mucho, digamos. Y tiene con qué.

La Uruguaya narra un día en la vida de un escritor argentino que debe cruzar de Buenos Aires a Montevideo en el barco Búquebus para cobrar regalías, en dólares, de un libro por comenzar. Las restricciones cambiarias fuerzan el viaje que representa también la posibilidad de escapar de su cotidianeidad y retomar una historia o recuerdo casi indistinguible de su imaginación. La fantasía de un día fuera del tiempo guía las acciones de un hombre que, a medida que decide sus próximas jugadas, describe y critica como en una voz en off las idealizaciones argentinas sobre la vida uruguaya. Esa tensión entre admiración y distancia entre las vecinas ciudades de Montevideo y Buenos Aires tal vez es una de los puntos más altos de la novela.

El modo confesional de dirigirse al lector -en realidad le habla a su pareja- lo vuelve adictivo. Es casi imposible parar de leerlo. Hay una interpelación cultural inmediata vehiculizada a través de breves reflexiones, comentarios en apariencia marginales o decisiones intempestivas del protagonista. Tal vez por eso, tal vez por la escritura precisa que no necesita florearse o quizás por la combinación de esas dos virtudes, La uruguaya captó la atención de otro de los proyectos más interesantes e innovadores del sur del continente: editorial Orsai.

Orsai decidió a finales del año pasado tomar nuevos riesgos, como cada vez que su creador y también notable escritor, Hernán Casciari, empieza un proyecto nuevo. La editorial compró los derechos de la novela para hacer el siempre complejo traspaso de lenguajes del escrito al audiovisual. Lo novedoso, además de llevar al cine un gran libro, es que la película se va a realizar “sin nadie en el medio”.

La revista Orsai, primera producción de la editorial homónima, tiene un sistema autogestivo de financiación, producción y distribución de su contenido. Para la realización de la película decidieron replicar el método con la complicación de que el costo de la producción es de, al menos, seiscientos mil dólares.

Para poder hacerla se necesitan seis mil personas (serán productores asociados) que pongan cien dólares cada uno o su equivalente en pesos, argentinos o uruguayos. Pero, esto no se detiene ahí. Los socios, o productores asociados que se conformen como inversores van a tomar también a lo largo de la producción que arrancará el mes que viene, decisiones creativas sobre el devenir del filme. Elección de actores o actrices u ocasionalmente también, poder participar como extras en la filmación. Un bono, un voto. Casciari te invita a participar de lo que él denomina “La construcción del juguete”. Aquellos que tengan la posibilidad de participar serán también partícipes de los dividendos de la producción, es decir: el dinero recaudado se va a repartir íntegramente entre los productores asociados.

En tiempos de “paquete cerrado”, invitaciones como estas son un perro verde, una extraordinaria rareza de origen. Porque los juguetes son acaso más lindos o más cercanos a nosotros si podemos darle sentido a la trama, al recorrido, a ese otro juego colectivo que va dando forma a las cosas que más nos gustan. Para hacer también con nuestros días, como dice Casciari, sencillamente algo hermoso.

Publicado en el Periódico Otro Punto

La construcción del juguete

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